viernes, 5 de septiembre de 2008

Diario de un payaso

"Ring! Sonó el despertador, ese maldito artefacto que nos cierra la puerta de los sueños. El reloj decía que eran las 7:05 am, el reloj decía: ¡dale, levantate! Arriba los corazones que hoy, afuera, te esperan vivito y coleando, te NECESITAN vivito y coleando.
La ventana abierta transmitía como un programa el servicio meteorológico, y también, por qué no, el servicio humorológico de la sociedad, que no siempre es positivo en este mundo de tristezas múltiples y esperanzas utópicas que pocas veces llegan a realizarse"
Así empezaba el diario de viaje de Leandro, fechado como 12 de Agosto del '63.

Lo encontré en el sótano de casa, dentro de unas cajas viejas y polvorientas. Pasando con un dedo y rápidamente las hojas delante de mi nariz, pude sentir ese olor dulzón característico de los libros viejos y amarillentos. Esos libros con historia, tan vividos como sus dueños.
Siempre me sorprendió esa espontaneidad que tenía Leandro para escribir, ese talento nato de llevarnos a todos a los lectores ahí mismo, a ver claramente lo que él estaba viviendo, o sintiendo.
12 de Agosto del '63, decía el diario, y seguidito, La Quiaca, Jujuy. Ahí había empezado su viaje, su nueva vida. Emprendió un largo camino de amor, llevando su profesión de payaso por todos los pueblos de su querida América. Recuerdo siempre sus palabras: "Es la risa lo único que va a salvar a las almas tristes y desesperanzadas" y después, se ponía la nariz roja y nos hacía estallar de alegría, y después decía ¿vieron?, y después todos decíamos ¡si!, y después yo me convencía cada vez más de sus ideas, y después, además, me enamoraba.
Hoy leo sus diarios, que cuentan cómo los muchachitos de Latinoamérica le agradecían con sonrisas tan grandes que no les entraban en sus caritas, y hablan de cómo él se iba de cada pueblo satisfecho, sintiendo que su trabajo en este mundo estaba completo.
Hoy leo que en Bolivia le regalaron un reloj que no andaba, y le dijeron que si hay alegría, el tiempo no corre ni cuenta, que en Perú le pidieron por favor que vuelva pronto, que en Guatemala, Ecuador, Panamá, lo abrazaron tan, pero tan fuerte, que sintió que se le salían los ojos del cuerpo (un poco también por las lágrimas, leo que agrega).
Hoy también leo la nota que deja alguien en el diario de Leandro, que dice que una dictadura le quitó la vida por alegrar almas, crear esperanzas, y abrir mentes. Y aclara con admiración que ni en la muerte perdió la sonrisa.
Hoy, después de tantos años, me enamoro todavía un poquito más.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

no vale que escribas cosas tan lindas.
puedo decirte que sos de lo mas genial que conosco

leli

bárbara dijo...

no, es verdad!

buensi, un dia vamos a poner fotitos del 106, :)